domingo, marzo 18, 2007

Siempre hay un precio

No sé porqué los buenos creeen que nosotros, los malos, llevamos una vida más sencilla. Pareciera desde lejos que para destruirlo todo en nuestras manos en nombre de un huidizo beneplácito trivial sólo requerimos cerrar los ojos y dejarnos ir cautivados por el calmo deseo de ver cómo se incrementa la entropía en cada universo artificial que vemos arder y evaporarse.


Si miras en mis ojos notarás que, a cada paso, el vértigo hace volar ascuas que en un descuido harán que ardamos como leña seca u hojarasca.

Entonces, la lucha esta ahí, en evitar ser pasto de las llamas invadidos por el deseo de convertirnos en cenizas.
Crémelo, los malos no ganamos y si por causalidad lo hacemos buscaremos prestos una nueva oportunidad para quemarlo todo.



Te regalo mi sol, mi luz, mi playa
te comparto mi dicha y mi pesar
te doy las llaves de mi casa y mi confianza
te cocino y te llevo a pasear

Te regalo la sal de mis historias
te comparto mi fuerza y mi debilidad
te muestro el cielo al que también
llamamos gloria
te regalo mi voz, mi libertad.